martes, 23 de febrero de 2010

Cuestiones aprendidas

--¿Cuál cree usted que es la transformación del amor?—me aplicó la dama, que oficiaba misas interminables en vez de clases de filosofía, y que, a decir verdad, nos mantenía en vilo por sus fantásticas piernas y su elegancia al caminar. Eso en un industrial, era lo más sexy del universo, sobretodo a los catorce.
-- Un calvario—respondí, suelto de lengua. Fumar a escondidas, haber besado en la boca a una del club y escuchar los amoríos de mi tío que jugaba con las minas como si fueran piezas de ajedrez me habilitaban para decirlo. Mis compañeros voltearon en masa y enquistaron sus miradas en mí, de arriba hacia abajo y viceversa como si hubiera descifrado un poema japonés escrito en braile.
--A ver, explíquese---me propinó la diva de poca monta.
Me recorrió una tensa corriente por el cuerpo, la sentí en cada una de las extremidades. Nunca me había enamorado realmente, razón por la cual, mis conjeturas y principios no tendrían asidero administrativo ni empírico. Pero me animé y ensaye una respuesta.
--Con el respeto que me merecen los matrimonios, creo que se acostumbra a esos mandatos de la sociedad y en nombre del amor, se comprometen a sentir algo que en el tiempo invariablemente va a cambiar, toda relación obligada a seguir por otros no prospera, entonces el calvario se produce cuando el amor se hace cariño, o dependencia, y no se puede cortar—dije convencido.
--Entonces, no cree que el matrimonio es la base del amor--- replicó la profe.
--La verdad, no----respondí.
Casi treinta años después, luego de haber vivido. Haberme casado, tener hijos solares y divorciarme parecía que estaba en lo cierto en mi adolescencia. Recordarlo me trae a la realidad. Sin embargo, ahora creo que la transformación del amor es la telepatía. El pensamiento compartido completa. La comunicación no verbal y apenas gestual. Es aquel sentimiento en donde la persona que amas hace que no exista en el mundo quien nos sepa tanto como ella y que al recordarla, sólo tengamos añoranza de lo vivido y sentido como lo diferencial, como lo que realmente nos ha sumado a ser mejores. Pues sin dudas, hemos vivido y hemos sentido todo a través de su compañía. Y si seguimos pensando en sinergia, el amor no se acaba, se transforma en algo sublime. Las leyes de lo natural, de lo eléctrico, de la energía, de la atracción de los cuerpos siempre convergen en uno. No se terminan. Hace que lo demás sea tan sólo lo demás. Todo habla de lo mismo y sólo lo ignoramos. Siempre se puede dar más de lo que se cree. Cada vuelta de página no resuelta resulta ser una piedra más en la mochila. El verdadero tesoro que dignifica la vida es ponerse en plan de amigarse con lo que fuimos y descubrir ese sendero. Así se hallan las ondas telepáticas.

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