viernes, 26 de febrero de 2010

Cuestiones primeras

Traían el sueño en los pies. Se dormían caminando. El alba les servía de telón para actuar. Volvían engarzados. Embelezados por la mística de la líbido incipiente. La sonrisa acompasada de la noche. Sordos. Con el zumbido de la resaca desde el estómago a los oídos. El olor a cigarrillo. Olor a trasnoche. Ella recogía flores silvestres y armaba un ramito que perduraría en recuerdos. El le contaba cosas que ella ni siquiera escuchaba. El silencio les amparaba. Mucho se habían mirado. Mucho se habían pensado. Mucho se conocían. Poco se sabían. Ella entrecerraba los ojos y el cuerpo. Tal vez no estaba lista. Nunca se sabe eso. El quería cruzar el umbral de sus desvelos. Tal vez no estaba listo y nunca se sabe eso. Sólo se sentaron en una cerca. En el momento exacto y en el sitio imperfecto. Sin hablar con la boca se besaron. El beso les copó la parada en eternos segundos que serían lo primero en ambos. Sin peros. Calló la boca y habló el cuero. Volaban a través de la niñez para sentirse raros. Aterrizaban en las endorfinas. El juego básico del instinto que comenzó con el diálogo de los sentidos. En el secreto que guarda la luna. Desatando el sudor. El temor. El temblor. La ilusión. La química y las ganas. Así fue el primer beso. El que se recordaría por siempre.
Tal vez ambos no estaban listos.
Nunca se sabrá eso.

jueves, 25 de febrero de 2010

Cuestiones cinematográficas


Alguna vez estuve comprometido con el cine. Cuando era más osado y en compañía de algunos creativos formamos algo para filmar. Devenida la idea de unas copas de más, teníamos menos que lo básico para arrancar. Casi el ciento por ciento eran las ganas de hacer. Nos reuníamos como mesones a la noche de cada martes y planeábamos contar historias. Hicimos algunos mamarrachos en 8mm, pero que hoy podrían tener más asidero en las pantallas que otras superproducciones. Eramos atemporales. Filmábamos día y noche sin tiempos reales y si en el guión llovía teníamos que esperar por los chaparrones para hacer correr la cinta. “El amor es ciego o a primera vista”, fue el primer corto. Un ciego enamorado que sacaba un palo blanco de 3 metros por la ventanilla de su auto buscando el cordón para estacionar, y se llevaba por delante a una sorda que no escuchaba sus confesiones pasionales ni sus bocinazos. El no veía y ella no escuchaba. Nada receptivos, pero enamorados a través de sus olores. Una paradoja bastante común en el mundo real. “ Paraguas”, era una visión de un mundo lluvioso en el cuál los mismos se incorporaban a la vida cotidiana de los personajes, usándose en todas la actividades. Se filmó un Partido de fútbol donde los jugadores usaban paraguas. Una escena de sexo detrás de los paraguas. Chefs cocinando con paraguas y hasta un tipo que se duchaba con el paraguas abierto. Dos meses esperando que coincidieran las voluntades y la lluvia para filmar. Un disloque. Esos me habían gustado. Después vinieron otros fracasos excelentes; “Calesita”, y “ Cuestión de valijas”. Pero nuestro corto estrella fue “El inquilino”. Ahí escribí el guión y la música. Se había pensado para el concurso “ Moliere”, premio promovido por la embajada de Francia como estímulo cultural. El tema era “ventanas de Buenos Aires”. Entre cientos de reeles llegamos a una precalificación. Quedaron 10 cortos clasificados. Ahí estaba el nuestro. Estábamos emocionados. Al director le había encantado el guión. Buscando una ventana representativa de la ciudad terminé en las del obelisco. Quise esas ventanas para contar. Pedimos permiso a parques y jardines, examinaron la historia y nos dejaron entrar al monumento por cuatro días. Había tanta onda, que hasta al jardinero municipal que nos abría los 5 candados para entrar lo tomamos de portero del edificio para la filmación. No necesitaba ni vestuario. El corto duraba 13 minutos .Se trataba de un muchacho venido del Chaco a la Capital. Un timador le había alquilado el obelisco a un precio muy barato porque el lugar no tenía ni baño ni cocina. Así, en el monoambiente un poco ruidoso pero luminoso, vivía el estafado una semana con su hermana, su primo, su cuñado, el tío de su cuñado, un perro atropellado en la 9 de julio y un gato malevo. Todos extras por el sánguche y la coca. La filmación alteró el tránsito. Pese al permiso especial intervino la policía. Obviamente más tarde fuimos desalojados casi violentamente y salimos en las noticias. En el corto y en la realidad. La realidad cortada. Sin darnos cuenta denunciábamos todo. La discriminación, el avive del porteño, la necesidad inmobiliaria, la represión, la solidaridad, el valor del confiado y la ventana más vista de la ciudad y por la que nadie ve. Eso no les gustó a los jueces del concurso que prefirieron bajar de tono la cuestión y dar el premio a un corto que relataba la restauración de las ventanas de embajada francesa en Buenos Aires.(¿?). El yo lo ofrezco, yo lo compro. ¿Un blef manipulador?. Y bueno, a ésta altura de mí vida me va mejor siendo malpensado en ciertas ocasiones. Igual, recuerdo las filmación en el obelisco. La mugre del lugar y el sofoque al subir esas escaleras me quedaron marcados en la memoria. Adentro del monumento nos ensuciaban hasta las paredes. Al reunirme con el hollín y el smog ocasionalmente, me transporto a aquellos días en los que hacíamos “ bandera” en un símbolo “patrio”. Nos divertíamos y disfrutábamos. Aprendíamos mucho. A valorar lo que pensábamos. A no delimitar la cabeza. A dar un mensaje en pocos minutos. Teníamos veinte y pico y estábamos en sinergia de grupo. Claro que para muchos eso no correspondía a los valores y al respeto en una sociedad civilizada.

martes, 23 de febrero de 2010

Cuestiones aprendidas

--¿Cuál cree usted que es la transformación del amor?—me aplicó la dama, que oficiaba misas interminables en vez de clases de filosofía, y que, a decir verdad, nos mantenía en vilo por sus fantásticas piernas y su elegancia al caminar. Eso en un industrial, era lo más sexy del universo, sobretodo a los catorce.
-- Un calvario—respondí, suelto de lengua. Fumar a escondidas, haber besado en la boca a una del club y escuchar los amoríos de mi tío que jugaba con las minas como si fueran piezas de ajedrez me habilitaban para decirlo. Mis compañeros voltearon en masa y enquistaron sus miradas en mí, de arriba hacia abajo y viceversa como si hubiera descifrado un poema japonés escrito en braile.
--A ver, explíquese---me propinó la diva de poca monta.
Me recorrió una tensa corriente por el cuerpo, la sentí en cada una de las extremidades. Nunca me había enamorado realmente, razón por la cual, mis conjeturas y principios no tendrían asidero administrativo ni empírico. Pero me animé y ensaye una respuesta.
--Con el respeto que me merecen los matrimonios, creo que se acostumbra a esos mandatos de la sociedad y en nombre del amor, se comprometen a sentir algo que en el tiempo invariablemente va a cambiar, toda relación obligada a seguir por otros no prospera, entonces el calvario se produce cuando el amor se hace cariño, o dependencia, y no se puede cortar—dije convencido.
--Entonces, no cree que el matrimonio es la base del amor--- replicó la profe.
--La verdad, no----respondí.
Casi treinta años después, luego de haber vivido. Haberme casado, tener hijos solares y divorciarme parecía que estaba en lo cierto en mi adolescencia. Recordarlo me trae a la realidad. Sin embargo, ahora creo que la transformación del amor es la telepatía. El pensamiento compartido completa. La comunicación no verbal y apenas gestual. Es aquel sentimiento en donde la persona que amas hace que no exista en el mundo quien nos sepa tanto como ella y que al recordarla, sólo tengamos añoranza de lo vivido y sentido como lo diferencial, como lo que realmente nos ha sumado a ser mejores. Pues sin dudas, hemos vivido y hemos sentido todo a través de su compañía. Y si seguimos pensando en sinergia, el amor no se acaba, se transforma en algo sublime. Las leyes de lo natural, de lo eléctrico, de la energía, de la atracción de los cuerpos siempre convergen en uno. No se terminan. Hace que lo demás sea tan sólo lo demás. Todo habla de lo mismo y sólo lo ignoramos. Siempre se puede dar más de lo que se cree. Cada vuelta de página no resuelta resulta ser una piedra más en la mochila. El verdadero tesoro que dignifica la vida es ponerse en plan de amigarse con lo que fuimos y descubrir ese sendero. Así se hallan las ondas telepáticas.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Cuestión de fugas

Estaba ya un poco cansado de su vida. Había nacido de la mente de un escritor. Tenía sus partes más fracasadas. Marcos vivía en una novela. Estaba en un relato policial donde siempre aparecía como sospechoso. Se titulaba “Cuestión de fugas”. El era el solitario. El poco sociable. El anti-carismático. El que abría y cerraba los bares. El que no tenía talento. Se había cansado de ser fregado y quería algo distinto. Su condición de víctima la había definido el escritor en la página 23. Casi de entrada y hasta el final tenía esa carga tortuosa. No le otorgaba otro rol que ése. Extrañamente, la compasión de los lectores le daban cierta energía. Cada persona que leía la novela esperaba que él no fuera el asesino. De hecho, no lo era. Tampoco la mucama. Ambos eran los primeros sospechosos. Pero ese deseo en colmena de quienes leyeran el libro, todos pidiendo lo mismo, le sumaban razones suficientes para abandonarlo. Le daban vida. De a poco juntaba fuerza. Había otros personajes de mayor participación en la historia. Sin embargo, Marcos lograba aunar a los pensamientos en uno. Todos sentían pena por él. Veía como las miradas de los lectores se llenaban de tristeza e impotencia a medida que avanzaban en su vida. Pedían que no le pasara eso. Marcos no tenía coraje pero de tanto ser pensado algo le había sucedido. Su creador le había hecho sufrir tormentos, acosos, arrestos violentos y celdas hasta casi las últimas páginas. Marcos estaba decidido a escaparse de la novela. Entonces planeó la fuga. Entre el silencio de las librerías se conocía con la mucama desde la página 34. Se encontraban en la 69. El escritor no les había dado siquiera un pensamiento de amistad. Intrínsecamente estaban unidos por la condena. A Marcos poco le importó. De a poco se convirtió en un actor que sólo aparecía en escena cuando alguien abría la novela. Quería irse. Además soñaba irse con ella. Sabía que podrían salir del libro si encontraban la forma de mantener al menos su color. Cada vez que compraban la novela se preguntaba si tendría alguna chance de huir. Se vendieron cientos de ejemplares. No perdía la esperanza. Una mañana de noviembre, primaveralmente lluviosa, una mujer compró la novela. Al llegar a la boca del subte la mujer resbaló por las escaleras. Su bolso se le fue de las manos. Se vació y cayó el libro hacia el lugar inundado. Era la oportunidad. El día deseado. La tinta se diluía en el agua. Marcos cambió de forma y se marchó junto a su amor. La mujer se repuso, bajó por sus cosas y entre ellas, alcanzó al libro que mostraba varios párrafos en blanco en su interior.
Las partes de Marcos y la mucama se habían esfumado.

lunes, 15 de febrero de 2010

Cuestiones de desvelo

Cinco y algo de la madrugada. Pocos se enteran de éste chaparrón. Pocos saben .Un venteveo madrugador le canta al farol. Está trasnochado y le acompaña. Será por eso. Aún no amaneció y está casi sin haber pegado un ojo. Enciende un cigarrillo. Abre un recuerdo latente. Está abstinente. ¿Pero de qué?. ¿de quién realmente?. Se excita pensando en lo que viene. Es demasiado. Cambiar también duele. Cambio de estrategia en la ilusión. Qué no deje de pensarle lo despierta. ¿Esto es sólo suyo?. Siente que no. Se enlaza al cuerpo. Le llega. Le abraza. No puede explicarlo. La mística de las monedas. ¿Qué cara es la correcta?. La decisión danza pero siempre son ambas. Suena el corazón a borbotones. Tiene que escucharlo. Tienen que escucharlo. Puede que sea tarde. Puede que no vuelva a vibrar. La vida seguirá para ambos. fáciles reencuentros con Lágrimas negras. Es un karma que envuelve. Que vuelve. Ser cobarde es tan parecido a ser prudente. No sabe cuanto pendiente servirá de futuro. Cambia de rumbo y duele. Duele y no sabe que. Ya son dos pariendo. Siguen actuando entonces las obligaciones que les suceden. Que se suceden. Adentro sale del espejo. Ya vió el devenir. No niega más y avanza. Como puede avanza. A pasitos cortos. Algunos pasos en el fango. Para qué mentirse. No sabe hacerlo. Sabe que escribe ésto porque algún día ella le va a leer.
Cuando también le alcance.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Cuestón de códigos

Creo que está definido que uno arma su destino. Partiendo de esa premisa básica. Lo que viene es una conjunción exacta de deseo y voluntad. Salí de Buenos aires en busca de mis hijos en un interminable viaje en auto hasta Bariloche. Me gusta la ruta. Me hace sentir bien. Me encuentra en lugares encontrados. Me distrae y me atrae hasta el centro mismo de mis pensamientos. Suelo hablar sólo, actuar situaciones, hablarle a las cosas y sobretodo al auto que en tamaño viaje no me abandone. Recapitulo escenarios, veo cosas más claras y creo cierta energía renovadora. Son 15 horas de ansiedades. Viajo hasta por inercia, acompañado de mensajitos de afectos y buena música rutera gracias a quienes me acompañan sin saberlo. Recuerdo palabras, gestos, risas, todo. Recuerdo. En viaje acepto la elección. Quien viaja sabe de códigos ruteros. Usar cinturón de seguridad. Hacer luces para avisar la maniobra. Agradecer con un guiño después. Ser solidarios. Tener siempre medio tanque lleno por si hay que desviarse. Mucho líquido, algún energizante, aspirinas. Se conoce el cuerpo cuando se viaja. Obviamente, viaja con uno. Al llegar a la temerosa ruta del desierto me topé con el anuncio, entre autos volcados, que tiene el índice de accidentes más alto de América. Eso intimida. Da cierto respeto a lo fatal. Esta vez la tomé con 38 grados y sin aire acondicionado. Los motores no aguantan tanto. Fue entonces que ví a una mujer que viajaba con sus dos hijos a la vera de la ruta con algún problema. Un fiat siena con gas. Al toque me retumbaron los conceptos de mi tío el fierrero. “El fiat es tallerista” solía decir con autoridad mecánica. Es bastante así. Me arrimé para darle una mano con la cuestión. La bomba de nafta al trabajar en seco se rompe. Es por el equipo a gas. Mi abuela decía que lo barato hace mal y lo gratis es mejor. Es real. No supe resolverla de movida. Razón por la cual subí a los tres en un aventón de 150 kilómetros hasta Colonia 25 de mayo. En viaje hablamos de los contratiempos. La mujer era docente en una escuelita rural. Se llamaba Isabella. Sus hijos Romeo y Chiara. Me encantaron sus nombres. Viajaban a Neuquén para conocer a su sobrina recién nacida. Luego de charlar bastante y comprobar que no era una versión porteña del “loco de la ruta”, al llegar a Colonia, me extendió el favor pidiéndome la “carona” hasta su destino final. Era de paso para mí, sólo un pequeño desvío. Entonces accedí. Compartimos casi 300 kilómetros. Conocieron mi familia y mi viaje. Este y otros. Conocí la problemática del docente. El sacrificio por resolver carencias. Levantarse al alba diariamente. Hacerlo porque los chicos lo necesitan. Hacerlo por el otro. Por el otro; solidaridad extrema. Bienestar del corazón. Tenía hasta ganas de regalarle algo. Sólo llevaba ansiedades. Igual le estaba dando. La buena onda siguió hasta el cuarto de Clara en el segundo piso de la maternidad de la clínica del Neuquén. Llevaba 11 horas manejando y conocí a Bianca, su sobrina. Todos nombres tanos, y Clara es Chiara en italiano también. Me quisieron pagar parte del combustible, a lo que me negué, claro. Me dieron una rosa de Bianca para que la huela y recuerde. Aprendí gratamente los códigos ruteros. Hacer luces, agradecer con un guiño después, ser solidario, y tener medio tanque lleno por si hay que desviarse un poco. Un poco que fue increíblemente mucho para todos.

lunes, 8 de febrero de 2010

Cuestiones del tiempo

Entonces aprendí que la vida son momentos. El tiempo de uno es destiempo en otro. Los destiempos son como agujeros en el tiempo real. No corren en las agujas de un reloj. Se escapan de ese sitio calculado. Controlarlo no es disponerlo. Se elige vivir del modo más felíz posible. Entonces, cambian los tiempos con las necesidades. Me tomo todo el tiempo y todavía más para invertir en eso. Saberse es cuidarse. No suelo exigir lo que no me pueden dar. Pero si cuando pueden y no quieren. Así, soy conmigo. Eso es un poco autoritario de mi parte. Me hago cargo. Estoy aprendiendo. Los momentos se reinventan. Se arranca con lo que se tiene. Sueños y anhelos y con la carga emotiva heredada. No existe el pasado pisado. Soy lo que fuí y me animo a ver aquello. Está en la carga de información celular que todo nace y muere. Eso sucederá inevitablemente. Ergo, desacelero el proceso. Instalo una sonrisa hasta socarrona sobre los males más profundos. Siempre hay tiempo para crear. Más que ponerle el pecho a las balas, prefiero una dosis de ilusión diaria. Una de azúcar para la vida. La sal llega sola. Se convive con la esperanza entonces no afectan los destiempos. Es un código descifrable. Sólo consiste en convertirse interdependientes. La diferencia la hace quien piensa en lo que hace . Estar positivo y receptivo es la ecuación.