miércoles, 17 de febrero de 2010

Cuestión de fugas

Estaba ya un poco cansado de su vida. Había nacido de la mente de un escritor. Tenía sus partes más fracasadas. Marcos vivía en una novela. Estaba en un relato policial donde siempre aparecía como sospechoso. Se titulaba “Cuestión de fugas”. El era el solitario. El poco sociable. El anti-carismático. El que abría y cerraba los bares. El que no tenía talento. Se había cansado de ser fregado y quería algo distinto. Su condición de víctima la había definido el escritor en la página 23. Casi de entrada y hasta el final tenía esa carga tortuosa. No le otorgaba otro rol que ése. Extrañamente, la compasión de los lectores le daban cierta energía. Cada persona que leía la novela esperaba que él no fuera el asesino. De hecho, no lo era. Tampoco la mucama. Ambos eran los primeros sospechosos. Pero ese deseo en colmena de quienes leyeran el libro, todos pidiendo lo mismo, le sumaban razones suficientes para abandonarlo. Le daban vida. De a poco juntaba fuerza. Había otros personajes de mayor participación en la historia. Sin embargo, Marcos lograba aunar a los pensamientos en uno. Todos sentían pena por él. Veía como las miradas de los lectores se llenaban de tristeza e impotencia a medida que avanzaban en su vida. Pedían que no le pasara eso. Marcos no tenía coraje pero de tanto ser pensado algo le había sucedido. Su creador le había hecho sufrir tormentos, acosos, arrestos violentos y celdas hasta casi las últimas páginas. Marcos estaba decidido a escaparse de la novela. Entonces planeó la fuga. Entre el silencio de las librerías se conocía con la mucama desde la página 34. Se encontraban en la 69. El escritor no les había dado siquiera un pensamiento de amistad. Intrínsecamente estaban unidos por la condena. A Marcos poco le importó. De a poco se convirtió en un actor que sólo aparecía en escena cuando alguien abría la novela. Quería irse. Además soñaba irse con ella. Sabía que podrían salir del libro si encontraban la forma de mantener al menos su color. Cada vez que compraban la novela se preguntaba si tendría alguna chance de huir. Se vendieron cientos de ejemplares. No perdía la esperanza. Una mañana de noviembre, primaveralmente lluviosa, una mujer compró la novela. Al llegar a la boca del subte la mujer resbaló por las escaleras. Su bolso se le fue de las manos. Se vació y cayó el libro hacia el lugar inundado. Era la oportunidad. El día deseado. La tinta se diluía en el agua. Marcos cambió de forma y se marchó junto a su amor. La mujer se repuso, bajó por sus cosas y entre ellas, alcanzó al libro que mostraba varios párrafos en blanco en su interior.
Las partes de Marcos y la mucama se habían esfumado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

dejame tus huella