jueves, 11 de marzo de 2010

cuestiones gastronómicas

La gastronomía no es como cualquier otra actividad. Uno como comensal se expone a los criterios y humores de las personas que le cocinan y sirven. Eso crea un sometimiento casi mayúsculo a los empleados. Se sabe que son personas de poca tolerancia al reclamo y como consecuencia de ese acto se cobran venganza fácilmente. Me atrevo a decir que en un restaurant casi siempre estamos entregados al devenir. Tal es el caso de Marquitos. A quien no me animo a etiquetarlo de algún modo. Fue mozo, adicionista y cocinero. Cuando mozo desarrolló actividades difíciles de definir por su cuantía en maldad adolescente. Creador del fernet batido, situación que incomodó al dueño al batir un fernet-cola y bañarse luego de abrir la coctelera, era conocido como el intocable por sus revanchas sicilianas. Nadie se metía con él. Cuentan que había un muchacho que pretendía a su prima. Se ganaba el pan vistiéndose de Winny the pooh en el trencito de la alegría. El transporte, que recorría la ciudad con turistas, paraba cerca del restaurant. En verano, debajo del disfraz la sensación térmica rondaba los 45 grados centígrados. El muchacho estaba ensopado dentro de la trampa de peluche. Frecuentemente, entraba a usar el baño, a pedir agua o a pedir algo para picar entre vueltita y vueltita. Marquitos, al enterarse del affaire del pretendiente con su prima, no tardó en generarle trastornos. Le ponía la cabeza gigante de peluche en la mitad de la calle cuando se la sacaba para entrar al baño o le pisaba la cola de su traje cuando corría a usarlo. Un día, le ofreció vodka en vez de agua y en otra oportunidad le sirvió en un vaso, agua, sal y hielo cuando moría de sed. Pero la máxima fue cuando el joven le pidió comida y Marquitos le empanó un trapo rejilla en forma de milanesa, lo cocinó y se lo dió. Había que ver como ese santo no protestaba y estiraba la rejilla para poder comerla. Marquitos era músico de una banda de rock pesado. No le gustaban sus tareas y menos un pretendiente para su prima con el aspecto del mítico osito de Disney. Detestaba su rutina. Estaba un poco peleado con la vida. La necesidad lo había llevado a ese lugar. Como nos sucede a muchos de nosotros tantas veces. Recuerdo alguna vez haber escuchado una frase célebre suya acerca de la problemática del barilochense.
---Acá hay dos tipos de personas. A las que le chupa un huevo todo y a las que realmente les chupa un huevo todo--- decía mientras se liquidaba relamiéndose su sexto porrón de cervecita negra. Creo que esa frase puede extenderse a muchos sitios del planeta. O bien al planeta mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

dejame tus huella