Cuestiones de adicción. Ser adictos nos mata suavemente. Nos consume. Las relaciones venenosas son adictivas. Se generan desde el centro insano y carente. Desde el lugar del no querer cortarlas. Desde el afecto trabado. Desde la forma en que conocemos el dar y el recibir. Va un silogismo internacional. La palabra droga en Brasil significa mierda. Si la relación es una droga. Entonces es una mierda. Y tenemos que estar muy bajos de autoestima para aceptarla. No hay recetas mágicas para escapar de eso. Si, aprendí algunas herramientas básicas. Aunque a veces no pueda evadirme de ellas. Cambiar el universo, cambiar de hábitos, otros grupos, otra realidad periférica, pero sobretodo descubrir que hace bien y apostar a eso. La apuesta es siempre a favor de uno. Sin excusas, sin límites establecidos, hasta sin sentirlo. Porque lo que realmente se siente es la necesidad de cambiar. Cuando se tiene incorporado lo sano, todo se acomoda en función de eso. Es como hacerle un pedido al cielo. Vuelve. Siempre vuelve. El punto más sobresaliente creo que es el goce y el deseo. Se goza con el veneno y se vacía la búsqueda. Entonces siempre se encontrará más veneno porque la droga se encuentra fácil. El deseo es más completo. Completa una relación. Le da vuelo. Le da ganitas de seguir volando. Une más que atrapa. Ambiciona más que conforma. Algunos claudican en la búsqueda por motivos insanos. Miedo, orgullo, intolerancia, mal humor, venganza, conformismo, maltrato, capricho, cero proyecto, cero estímulo, cero cambio, cero evolución. La realidad es que es más fácil pensar bien a perderse en pensar mal. Si no se cambia el enfoque, se encuentran pares símiles y perdura la búsqueda en ese sentido. Ternura, comprensión, coraje, buen humor, perdón, ambición, buen trato, tolerancia, cien proyectos, cien estímulos, cien cambios, cien evoluciones. Crean el marco en donde se pinta la conexión. Crean más vida compartida. No hay nada más gratificante que sentir eso.
jueves, 6 de mayo de 2010
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